Hay personas en la vida que pasan para abrirte los ojos. Suelen ser personas magnéticas, de esas a las que no puedes dejar de mirar, no porque ningún sentimiento demasiado profundo esté fraguándose dentro de ti, si no por qué quieres exprimirlas, estudiarlas, aprender de ellas o intentar que algo suyo se quede en ti. Suelen ser, además, pasajeras. Sabes que se irán, que su tiempo contigo será intenso, pero no duradero. Y ese hecho es quizás lo que las hace más atrayentes, quieres que cada palabra que digan se quede tatuada en tu cerebro para que vuestra fugaz conexión tenga un sentido más transcendental. Esas personas te hacen ver la vida diferente, te hacen cuestionarte todo lo que habías aprendido, como ves las cosas ahora y como te planteas el futuro. Y sabes que cuando se vayan, tu existencia será diferente. Eso sí, cuidado… porque no quieres que se enteren de que cuando las miras, todos estos pensamientos vienen a tu mente, no vaya a ser que se vayan antes de tiempo.