Decían que pasaba de 0 a 100 en un segundo. Yo la he visto precipitarse de la 100 sur a la 140 virando de una mañana de lluvia turbulenta a un ocaso atemperado de “bésame y no me dejes nunca”. La he visto hundida en profundas miserias, el infortunio en cada uno de sus mil ojos oscuros. Pero la he visto bailar, sonreír para olvidar, extraviar agravios, coger fuerzas y tan solo caminar. Un día pidió que la abandonara, que mi destino estaba lejos de su fatigoso lastre. No pude satisfacerla, esta es mi Bogotá y de aquí que no me muevan.
